Los hay también, y con suerte, a los que se les agrega a esta educación maternal, la de su ex mujer. También la podríamos llamar exitosa si no fuera por el divorcio. Pero el esfuerzo educativo, su simiente y su transferencia a cualquier plano de la vida, en algún momento muestra su brillo, su fijación en términos didácticos.
Las que logran encontrar a este hombre doblemente educado...son unas afortunadas.
El hombre, de profesión liberal e independiente, en el ajetreo de la mañana,y ante un cúmulo de actividades ya programadas, emprende el embate fashionista previa consulta con su actual mujer -La Afortunada-.
El "foulard" no combina y ella le sugiere otro. El hombre sale a buscarlo. Lo encuentra hecho un acordeon.
Como es conciente nuestro hombre que no toda educación es exitosa y él sabe sus puntos flojos, decide no molestar a su mujer y emprende la tarea del planchado rápido...sobre la cama matrimonial.
Se deslizan los vapores sobre la seda suave. De pronto se le ocurre que el sweter verde le combinaria mejor y lo saca de la gaveta. Tiene unas pequeñas arrugas y como ya está con la plancha arremete a la tarea.
Con prolijidad sobre la amplia cama, ya tendida por cierto, quita todo vestigio de desaprensión con el pulover, parisino por cierto.
Se cambia, se coloca el foulard en doble vuelta y termina, el acicalamiento, con un leve rocío de parfum.
Cuando llega a la puerta del dormitorio, dispuesto a salir ya al mundo de los negocios, recuerda que la plancha quedó sobre la cama y traspasó el edredón nuevo y llegó al de plumas.
(Si algo han aprendido estos hombres, doblemente educados por sus madres y sus ex mujeres, es un residuo despreciable de la Educación del garbanzo en rodilla hincada: la culpa.
Muchas, pero muchas mujeres, han encontrado en estas raras avis ese filón, más caro que un diamante, y lo explotan a devorarlo con fruición, cuál león que destripa a una gacela.
No es el caso de la actual mujer, La Afortunada...también para él)
La mujer que comanda este hogar está en la tarea de darle de comer a sus siete perros. Es un rito del que no se saltea ningún paso...porque ella siempre se anticipa, o quiere anticiparse, a posibles entreveros de naturaleza animal. Control. Quiere ejercer control de posibles imponderables del azar.
Una trastornada. Porque, a decir verdad, nunca lo logra a pesar de su disposición y esfuerzo.
En medio de esta tarea delicada, aparece el hombre con cara de suplica, informando que a pesar de la negativa de su mujer a comprar un nuevo edredón, habrá que hacerlo, y por partida doble. La mujer tiene un ataque, contra el azar...contra la actitud de querer controlarlo todo y no poder lograrlo. Contra el exceso de cuestiones que el hombre debe afrontar, en su salida al mundo del trabajo, y que algunas son su responsabilidad. Consciente de reinar en esos ámbitos, no le perdona al hombre su delicadeza de no querer agregarle una labor más. La Afortunada es una sufrida.
El hombre se va...cabizbajo. Ella corre a mirar el estropicio.
El perro más chico la sigue y se sube a la cama. Encuentra el agujero y se aboca a la tarea de rascarlo y hacer volar las delicadas plumas.
Casi al borde del colapso, La Afortunada decide reparar rápidamente la mala jugada del mundo del caos. Deja toda tarea programada para el día y emprende la misión.
La mujer encuentra dos sábanas de lino, de su abuela, y decide hacer una bolsa para meter los edredones desafortunados.
Se da cuenta que hacer una bolsa de dos metros por dos metros treinta no es tan fácil como pensaba. Dos metros de alfileres no están en su haber ni en sus bobinas...ni coser ocho metros en línea rectísima tampoco.
Presentar la bolsa solo amerita su mesa de comedor, dos pisos más abajo de la máquina de coser.
Emprende la tarea subiendo y bajando las escaleras cada dos metros de la bolsa.
Como llueve copiosamente tiene a sus perros dentro de la casa, los cuales la siguen en fila india cada vez que sube y baja las escaleras. A veces se pelean por adelantarse de la fila ya que creen, en su inocencia pavloviana, que van a salir. La tarea de medir, presentar los bordes, subirlos a la máquina de coser, bajar a la mesa para presentar el nuevo tramo, subir y coser, luego bajar con siete perros que siguen a su dueña con amor y recelo entre ellos, tensa en su tarea a la mujer que ya no se siente La Afortunada.
Logra armar la bolsa. Baja un piso, al dormitorio, para meter los cobertores dentro de ella. Necesita la mesa grande del comedor. Vuelve a bajar, pero esta vez con la bolsa, el edredón de plumas y la colcha quemada. El bulto es demasiado grande para tener una perspectiva visual de la escalera y la fila india de los perros. De modo tal que sólo mira sus piés en los escalones.
La bajada de los perros siempre es dramática y ruidosa por esa costumbre de salir, luego de bajar la escalera, que tienen incorporada. Y es dramática porque siempre alguno o todos quieren salir primero.
La Afortunada se enreda entre los edredones y los perros y a dos escalones del final, cae sobre el piso. Los edredones le hacen de amortiguador y apenas el episodio pasa a ser una nimiedad, salvo porque cayó sobre dos tortas de excrementos y orines perrunos, en uno de los cuales, y todavía humeantes, una de las perras se abalanza a comer.
Nuestra mujer vomita, sobre las colchas y la bolsa contenedora recién cosida. Se levanta con esfuerzo y furia a tomar una escoba, abrir la puerta y sacar, a pesar de la copiosa lluvia, a los siete perros.
El lavarropas de once kilos solo permite un edredón por vez, con intervalos de cincuenta minutos cada uno. Para la hora de la cena y la lluvia inclemente afuera tendrá las dos colchas y la bolsa limpias y húmedas.
A esta altura de los acontecimientos y del desorden mental, traducido en angustia y frustración, a La Afortunada le atraviesa la mente un concepto al que investigar y por el que decide tomarse un merecido descanso entre los ciclos del lavarropas.
Corre al segundo piso y en su computador googlea TEORIA DEL CAOS.
Va a la Wikipedia y le sugieren donar algún dinero. Siempre lo quiso hacer y como está en un impasse creativo busca su tarjeta de crédito. Quiere donar cincuenta pesos. Se lo rechazan. Busca otra tarjeta: debe pedir autorización a Visa. Llama al número en el reverso de la tarjeta para explicar que es ella la que quiere donar esa suma pequeña y no un hacker. El teléfono no contesta. Busca la última que posee...el mismo resultado. El caos está presente.
Trata de leer la Teoría del Caos allí pero el cartelito rojo siempre avanza a su propio ritmo de modo enojoso, para recordarle al lector que es una lacra egoísta y ventajera, que vale menos que las tortas de excremento donde se cayó, hace una hora y media.
Se va del enlace y prueba con Antroposmoderno. Siempre le gustó este Zizek...con esa cara de roquero académico loco. Y allí se sumerje. Pero el pitido del lavarropas la lleva otra vez abajo: colgar en el pasamanos de la escalera el primer edredón y colocar el segundo. Cincuenta minutos por delante.
El caos, piensa. Siempre presente.
( Para entendernos uds deben saber que según la teoría del Caos de Prigogine, Premio Nobel de Química, y comentado por Zizek:
El esquema viene a resumir muy simplificadamnte la teoría del caos, y muestra en primer lugar que los procesos de la realidad (incluída la realidad psíquica) son circulares, es decir, forman bucles o circuitos cerrados de retroalimentación. Para explicarlos se puede entonces comenzar desde cualquier punto del proceso, supongamos A. Se parte de un estado de equilibrio: este estado se rompe porque el sistema recibe alguna influencia externa bajo la forma de energía o información, con lo cual pasa a un estado de desequilibrio. La experiencia revela que este estado de desequilibrio no puede sostenerse por mucho tiempo, y que pronto intentará un reequilibramiento, que puede seguir dos rutas alternativas a partir de un punto de bifurcación: o bien retorna al equilibrio original (de C pasa a A), o bien procura pasar a un equilibrio superior, más complejo y más sofisticado, denominado por Prigogine estructura disipativa (pasaje de C a D).
La primera posibilidad se lleva a cabo mediante un mecanismo de retroalimentación negativa, compensador o neutralizador de las desviaciones, y por ello el sistema vuelve a su estado inicial. La segunda posibilidad tiene lugar mediante un mecanismo de retroalimentacipón positiva, amplificador de las desviaciones y por ello el sistema es conducido a una situación tal que se desestructura y se reconfigura en una nueva estructura, distinta de la anterior y, como dijimos, más compleja.)La mujer entiende todo ahora. Decide seguir leyendo, tomar un whisky y fumarse un cigarrillo mientras decide mandar todo literalmente a la mierda. Los edredones mojados, los perros, la lluvia y la cena.
Cuando el hombre llega encuentra a los perros afuera, totalmente empapados; un tender junto a la estufa y los pasamanos de la escalera de la planta baja hasta el segundo piso convertidos en sogas. La cama sin hacer. La cena sin cocinar. La Afortunada con un whisky y la laptop, en el estar, diciéndole " He descubierto a Prigogine!!!!" como si hubiera descubierto el fuego.
El hombre no escucha ese apellido inentendible, la mira con ternura y le responde con vos lamentosa " Vos estás enojada todavía conmigo, por la plancha..."
De quién ha sido la culpa? Prigogine? la plancha? o la evacuación intestinal de los perros? el caos?
La culpa ha sido de La Afortunada: en su tacañería no quiso comprar un edredón nuevo...Pero si lo ponía, la plancha no lo hubiera quemado?
La culpa es del hombre: nunca tienen cuidado. Pero no es de caballero y considerado haberle evitado un trabajo mas a su mujer?
La culpa es de la ex mujer y la madre: todas castradoras con la tijerita presta a recortar la sensibilidad de los hombres, determinando cual mancha indeleble y venenosa sus comportamientos futuros.
Todo lo demás es la vida y un cuento. Porque mientras se escriben estas letras La Afortuna tecletea y su marido lidia con los edredones y los perros que lo siguen incansablemente.
El caos en el eterno retorno o "tomala vos".
Moraleja 1: Nunca ejerza excesivo control sobre su vida y los seres que lo rodean. No sirve de nada. Cuídese de las madres castradoras y las ex mujeres manipuladoras.Más bien tome Vermouth con papas fritas.
Moraleja 2: encontrar un hombre doblemente educado es sólo para Afortunadas...que lo merecen.